"¡Quién sabe si todas estas cosas no son disparatadas! Pero mire usted, doctor: las cosas importantes dependen regularmente del hecho de tomarlas en serio." Robert Musil, El hombre sin atributos

lunes, julio 23, 2007

Los números de la litigiosidad

Aunque ya es su costumbre, Gustavo Arballo ha publicado un excelente post que es de lo mejor que he leído en la blogosfera argentina, y no solamente entre los blogs jurídicos.

Haciendo un análisis de datos aportados por ONGs sobre gasto per capita en el rubro justicia, pero sin quedarse en la mera reproducción y comentario de ellos, llegó a conclusiones muy importantes. Aplicándoles compensaciones por dólares compensados según PPP, y haciendo un análisis de dispersión con el gasto y litigiosidad comparados de muchos países comparables y no tan comparables, llegó a la conclusión de que nuestro gasto en justicia no puede servir de excusa para su crónica ineficiencia y para sostener las mismas viejas excusas de siempre.

De manera coincidente con el comentario que dejé al post, creo que uno de los problemas más serios es la eficacia asignativa del gasto. Siguiendo un patrón que no es exclusivo de la justicia, sino que se extiende a muchas otras instituciones, la casi totalidad del gasto se asigna a remuneraciones. Como presumo que el 11% restante se asigna a alquileres y a otros gastos que no pueden alcanzar a cubrir el mantenimiento de la estructura administrativa y edilicia (edificios semi ruinosos, insumos de papelería), el principal déficit se debe sentir en capacitación (que se brinda de manera bastante limitada y apalancado en la buena voluntad de magistrados y expositores externos que obviamente no lo hacen por los honorarios), en actualización de bibliotecas y sistemas informáticos, y en estructuras de asesoramiento a los magistrados.

Este último punto me parece el más crítico. Circula un discurso bastante acrítico que sostiene que el colapso en el ingreso de causas se resuelve por medio de creación de juzgados. Sin querer entrar en esa discusión, creo que las falencias se deben más a la pobre estructura técnica con la que deben lidiar los jueces nacionales.

1. No me cabe duda que a un juez comercial, enfrentado ante una causa de extrema complejidad como, por poner ejemplos de dos fueros críticos, las investigaciones penales por las causas de Skanska, la pretendida fusión de Multicanal y Cablevisión, un juez abogado no puede afrontar semejantes racimos de (des)información. Como la tarea de un juez debe encontrarse estrictamente limitada a lo que le exige la Constitución (decisiones sobre libertad, propiedad, limitación o restricción de derechos, dictado de sentencias y autos interlocutorios), el grueso de sus tareas debe ser afrontada y presentada ante el por equipos de técnicos.

2. No alcanza un modelo centralista como el de los peritos oficiales, que dependen de una autoridad superior (en el caso, la CSJN o los superiores tribunales locales) para que les asignen dos o tres personas a modo de ayuda. Los juzgados de fueros más interdisciplinarios deben contar con una estructura estable y organizada alrededor de ellos para que preparen y ordenen las causas, y le acerquen al magistrado un asesoramiento directo y permanente. Lo crucial es aumentar la productividad de cada juez, no distribuir la misma carga en más jueces. Esto es un engaño: el sorteo de una "megacausa", aunque se haga entre 10, 20 o 200 jueces, va a recaer de todas maneras en uno sólo.

3. El modelo actual de justicia, lamentablemente, sigue criterios burocráticos decimonónicos: la "jerarquía", que es algo difícil de entender si se piensa que un juez de primera instancia tiene, en la práctica, más poder efectivo e inmediato que la Corte Suprema sobre la libertad o propiedad de una persona. Otro es la creencia en una "suficiencia" del derecho para resolver todo tipo de conflictos; sabemos que no es así, y que los criterios juridicistas (perdón por el neologismo) puede llevar a facilismos (creer que con la ley o los criterios jurídicos alcanza para todo) o a barbaridades (como ignorar la consecuencia de los fallos, algo que la Corte viene repudiando hace décadas). De más está decir que es mucho más fácil engañar o confundir a un juez sin asesoramiento, que a uno que interviene cuando ya tiene las causas bien relatadas y presentadas por personal dependiente directamente de el.

4. Otra idea perniciosa es la del "juzgado-feudo", donde se toma a cada juzgado como una isla respecto de todos los demás, y que funcionalmente no tiene más relación que con su superior inmediato o mediato. Flaco favor le termina esto realizando a los jueces, dejándolos solos y sin asistencia frente a causas que los pueden exceder totalmente.

5. Hay un problema de capacitación de los jueces: no recuerdo dónde había leído que era muy pequeña la proporción de magistrados que realizaban postgrados, o que tenían formaciones complementarias al Derecho. Difícilmente esto es atribuible a negligencia o desidia de ellos: es que no tienen tiempo! ¿Quién puede imaginar que un juez federal penal puede dedicar un día y medio de su semana a cursar un master? Muchos jueces con los que he hablado me han dicho que les gustaría hacer tal o cual curso (me refiero a cursos de uno o dos años, no de media semana), pero que simplemente no pueden.

6. Hace falta un criterio de organización diverso al actual. La mentalidad decimonónica ha armado a la justicia como un ejército civil, con sus "grados" y sus "jerarquías", vertical como si se tratara de una empresa de limpieza. Y esto es una falta de respeto a la sociedad actual y a los mismos jueces, profesionales que no tienen por qué reconocer "superioridad jerárquica" en un camarista que quizás sea menos capaz aun que ellos. Hubo un caso famoso hace varios años en la justicia comercial, que motivó una renuncia de un juez de primera instancia por estos motivos.

3 comentarios:

Alberto Bovino dijo...

Estimado Ulrich:

Los funcionarios judiciales tienen mucho más tiempo y posibilidades para hacer estudios de postgrado que los abogados litigantes que carecemos de inamovilidad en el cargo, de comedores exclusivos para nosotrosy de estacionamientos idem en la zona de tribunales.

Si —hablo de la regla— no estudian más es porque no les interesa. Fijate en los miembros de la Cámara Nacional de Casación Penal. Con la excepción de Ángela Ledesma, el resto no parece tener demasiadoa apego al estudio.

Saludos,

AB

Ulrich dijo...

Alberto, creo que tenés razón en parte: la situación del abogado "de a pié" no es precisamente ideal. Pero muchos magistrados, y especialmente los más responsables de ellos, quieren tener el tiempo para estudiar y no pueden hacerlo con plena libertad.

Sobre la Cámara de Casación no puedo opinar porque no litigo ante ella, pero sí se que los esperpentos que puso Mxnxm cuando la creó (y que causó el horror de Arslanian y todos los profesores de penal que conozco) no daban precisamente un perfil de gente estudiosa y moderada.

Anónimo dijo...

Estimados,
El problema no es que los jueces no tienen tiempo. En efecto, lo tienen y mucho. Si no, ¿cómo se entiende la proporción de jueces que acreditan en el Consejo de la Magistratura múltiples dedicaciones exclusivas, titularidades de cátedras, interminables listas de trabajos presentados en congresos, conferencias en el país, el mundo, la galaxia?
No, señores, los jueces tienen tiempo. Lo que pasa es que la academia y los deportes les demandan demasiado de su tiempo!
El problema de su formación son los profesores de derecho: que son ellos mismos!!! O peor: los abogados que litigan ante ellos!!! O peor: sus adjuntos!!! o peor: sus titulares!!!
El problema de la reforma judicial es que no hay con quien hacerla. Jueces que llegan un par de veces por semana a las 10 y se van a almorzar y no vuelven no son (como dirían las Dakolias y Hammergrins de este mundo) "actores pro reforma". Abogados que necesitan los favores de estos jueces para ganarse la vida, tampoco. Hasta que no entendamos esta obvia situacón de escandalosos conflictos de interés vamos a seguir diciendo tonterías de edificios, computadoras, formación y reforma de códgios procesales. Lo que necesitamos son jueces que decidan rápido las tonterías que llegan a tribunales y se tomen el tiempo de decidir las cosas importantes con iteligencia. Lo que necesitamos son jueces que laburen, como todos nosotros, sus buenas 10 horitas al menos 5 veces por semana.