"¡Quién sabe si todas estas cosas no son disparatadas! Pero mire usted, doctor: las cosas importantes dependen regularmente del hecho de tomarlas en serio." Robert Musil, El hombre sin atributos

lunes, abril 27, 2009

Alguien dijo alguna vez que hay dos tipos de bloggers: los que ponen su energía en los posts, y los que son comentadores más intensos. No me pretendo colocar en ninguna de esas categorías, pero a veces vale resaltar un comment que quizás pase desapercibido.

En este post, Lucas A. comentó un artículo de Ronald Collins, un especialista en libertad de expresión, sobre la ética que debe exigirse a los académicos. Es claro que los aspectos éticos de quien ejerce una profesión (no necesariamente en forma liberal) no son exactamente los mismos que aquellos que enfrenta un abogado que escribe en una revista académica o cuando enseña clases. Lamentablemente, el trabajo (que sólo he leído en cita parcial) padece un tufo puritano y presenta una propuesta de disclosure en la que ya nadie cree y que tampoco convence por los problemas que acarrea.

Dejé un comment allí, que reproduzco enteramente, corrigiendo meramente algunos solecismos a los que ya me he resignado:

Lucas,

Confieso que no entiendo el horror moral que pone de manifiesto Collins, e intuyo que a vos y a Martín (comentando un poco antes que yo) les pasa lo mismo. Es como el estudiante que fue ayudante de cátedra y que vivía 12 horas diarias dentro de la facultad, que sale un día y dice EL HORROR, LA GENTE TIENE INTERESES, LA GUITA OHHH, y le da un soponcio. Lo digo porque a mi un poco me pasó eso, aunque nunca me brotó el horror moral.

La propuesta es banal, y hasta peligrosa. Un deber de disclosure, donde cada uno diga "yo tengo acciones de tal empresa", o "yo asesoro al sindicato de maestros de la provincia aquella" parece que está bien al principio, pero todo se enturbia, porque NO HAY LINEAS DEMARCATORIAS PRECISAS. Parece mentira que algunos académicos caigan todavía en estas inocentadas.

Si, por ejemplo, soy socialista en mi mente y mi corazón, ¿tengo que hacer disclosure de eso? Acaso, ¿está mal que lo sea? ¿o el público es tan idiota que necesita saber que tengo opiniones propias? Y si mi esposa es maestra, antes de escribir sobre derechos sindicales de los empleados públicos ¿tengo que contar que estoy casado, que ella trabaja ahí, y que soy tan lábil/interesado/estúpido como para dejar que un trabajo académico se vea influenciado por el trabajo de mi esposa? Además, como el sueldo es bien ganancial, se puede decir que tengo un interés patrimonial propio... horror!!! Quizás soy estúpido, pero ¿no será mejor dejar ese punto al criterio de los lectores? ¿o acaso pensamos que ellos no sabrán distinguir tan sutil rasgo del carácter?

Aparte de esto, de que no sabremos nunca cuál es el punto idóneo de disclosure, tampoco sabemos qué utilidad puede tener esto.Supongamos el casu de un abogado especialista de derecho laboral que asesora empresas. Nadie, salvo algún faccioso, puede pensar que todos los abogados piensan igual, sólo porque tienen clientes con posiciones similares. Algunos son unos trogloditas, otros en cambio asesoran preventivamente teniendo en mente que los derechos del trabajador son de jerarquía superior. No sé entonces de qué manera puede servir decir que uno está parado en tal o cual lugar, si hay mucha diversidad de opinión en el ámbito. No es todo igual a un Recalde - De Diego.

Y acá está lo que ustedes dicen y en lo que yo quiero insistir: los buenos argumentos se defienden solos. No nos pongamos a revisar carpetitas y archivitos con métodos tipo SIDE-K para querer enchastrar a cualquiera que habla.En otro orden, no entiendo tampoco cuál cree que es el rol de la academia. El argumento de Collins parece situarla en una especie de cielo que se alza por encima de las miserabilidades de los que no fuimos investidos con la gracia del tenure o de la cátedra, y que por eso estamos condenados a tener opiniones de segunda selección.

También creo que es una inocentada indigna de nuestra madurez como sociedad creer que hay estamentos impolutos o imparciales, y es otra de las debilidades críticas del planteo de Collins.

Creo que me desvié de lo que vos querías resaltar, que es la ética profesional y de la académica. Pero en realidad creo que este punto de partida no nos deja muy lejos: para Collins parece que la ética académica es algo que ya existe solita, basta que se aleje a toda la mugre mundana y secular que arrastra la barbarie del afuera para que se restaure el resplandor.

11 comentarios:

Coki dijo...

@Ulrich, disiento con tu argumento.
En varias oportunidades es relevante aclarar la postura ideológica básica o para quién uno trabaja por una cuestión de intereses (ocultos mientras no se los diga) por un lado y por premisas tácitas por otro.

Lo de los intereses es sencillo: si yo tengo un negocio que vive del gobierno, es lógico que fuerce los argumentos para favorecerlo. En definitiva, tengo cosas en juego en un debate distintas a los demás y que sesgan mi opinión.

Respecto a las premisas, ser socialista incluye una serie de premisas básicas diferentes a ser liberal. Si dos liberales debaten, hay cosas que a ambos les pareceran indiscutibles y sobreentendidas, mientras que si es entre personas de tan diferente ideología, aun lo más básico para ambos es discutible y es importante saberlo para lograr un acuerdo previo y poder debatir sobre un asunto.

Por ejemplo, si soy liberal y debato las retenciones, no dudo de que "está bien" que una persona quiera ganar dinero y que pueda tener más que otros. Ni es algo que se discute, pues estaríamos hablando de una medida económica, nada más. Al mismo tiempo, el liberal cuestiona la propia existencia del Estado y la necesidad de que cobre impuestos.

Es como una estructura de ladrillos. Tengo que aclarar cuales están en mis cimientos para poder discutir únicamente el techo.

Espero haber sido claro.

Ulrich dijo...

Entiendo que parezca relevante saber qué posición ocupa cada uno cuando discute, pero eso sólo facilita el uso de argumentos ad hominem. Si alguien defiende interesadamente algo, ¿por qué eso debe necesariamente perjudicar su argumento? Si la idea es buena, si sobrevive a su confrontación con las otras, por su mayor poder convictivo o explicativo, no importa quién la haya pronunciado.

Además, si uno se para en una postura "liberal" o "socialista", no debe pensar que la etiqueta va a hacer el trabajo por uno: soy yo quien debe pensar, no un catálogo ideológico. Yo me ubico dentro de la tradición liberal, pero no porque Stuart Mill haya sido liberal, sino porque mis ideas coinciden mucho con las de aquel. Y la mejor manera de honrar esa tradición racionalista liberal es cuestionar incluso los propios cimientos de las convicciones.

Coki dijo...

Estoy muy de acuerdo con tu comentario, pero no creo que aplique a los temas sociales.
El problema pasa porque hay una cantidad enorme de variables en juego y se puede decir que no existe una verdad única.
O sea, si yo digo que E=mc al cubo, está errado sin importar quién yo sea.
En cambio, si yo afirmo que la presidencia de Bush fue excelente (para evitar ejemplos locales que nos lleven a otro debate), es muy probable que pueda encontrar 10 motivos. La ponderación de esos motivos corre a cuenta de cada uno.
¿Qué es más relevante? ¿Que alguien haya bajado impuestos y mejorado la salud (por decir cualquier cosa) o que haya invadido un país? ¿Cómo lo medimos?

Es casi imposible no encontrar argumentos para defender cualquier idea. Entonces, si yo digo que soy republicano de toda la vida, que trabajé en la administración de Bush y que me ví beneficiado personalmente por su gobierno, estoy reconociendo que voy a buscar variables que lo favorezcan y minimizar las opuestas.

Ulrich dijo...

Claro, se puede diferir en la valoración que uno hace de los hechos, siempre que respetemos algo... Yo no puedo negociar en una discusión cosas elementales como la libertad, los derechos humanos fundamentales, la igualdad... pero si todo aquello que interpreto como medio para un fin.

Una de las cosas que más me horrorizó siempre de GWB es que hablaba como los monstruos de 1984, y que tenían manejos stalinistas con la prensa y con otros gobiernos. La misma canción, distintos intérpretes. Una mala idea es mala sin importar quien la sostiene. Por eso toda la gente respetable del partido republicano se asustó y se echó atrás, o ayudó a Obama.

Coki dijo...

Fijate que cosas que llamaste "elementales" no lo son para todo el mundo.
La igualdad no es considerada relevante por muchísima gente. Yo mismo tengo dudas y estoy de acuerdo con ciertas igualdades y no con todas (de hecho, quizás con una minoría de ellas).
Al mismo tiempo, tu concepto de "igualdad" seguramente sea a lo que consideramos tal en este siglo, mientras que era algo muy distinto hace tan solo 100 años (la mujer, los negros) y ni hablar de antes.

Lo mismo aplica a la libertad.

Insisto, estoy en contra de la argumentación ad hominem. Si un estudio dice que la inflación fue del 30% y la metodología es correcta, el dato es válido, así fuera hecha por el instituto stalinista-hitleriano del KKK.

Pero en temas "blandos", la postura de quien opina es insoslayable y me parece relevante.

Esteban S dijo...

Bueno Coki, me parece que la línea que trazás entre la argumentación sobre objetos formales y naturales por un lado y sociales por el otro es un poco artificial. Tanto en una como en la otra las coordenadas sociales y políticas del interlocutor son importantes, pero exigir que se incluyan en cada intervención es desastroso. Porque la sinceridad selectiva puede ser más artera que una mentira, y porque atenta contra la centralidad de los argumentos.
En antropología ese imperativo supuestamente ético del disclosure social y político se agita por todos lados, y en lo único en que redundó es en la complacencia y el solipsismo; todo a expensas del trabajo real. Sería una lástima que ese vicio académico se difunda.
Saludos.

Coki dijo...

@Esteban S, no digo que uno deba andar aclarando a todo el mundo todo lo que forma parte de su ideología.
Es interesante el punto que destacás de la sinceridad selectiva.

Veámoslo a la inversa, ¿consideran que uno nunca deba declarar sus bases ideológicas / intereses particulares? ¿En qué circunstancias sería oportuno?

Esteban S dijo...

Hay varias razones por las que uno puede querer o necesitar hacer una declaración sobre qiuen es y de donde se para. Ahora mismo se me ocurren las siguientes:

1. Para invocar autoridad moral - típico en las tácticas de victimización.
2. Para asegurar un mayor grado de objetividad en una investigación sociológica. Es el caso de la casi nunca bien comprendida reflexividad epistémica de Bourdieu.
3. Para entrar en un conflicto corporativo.
4. Para embarrar la cancha.

Hay unas cuantas más, claro.

Me parece que este tal Collins habla por la primera y las terceras razones. Porque pretende estar por encima de cualquier fenicio interés económico, y porque parece abogar por un academicismo que lo lleva a poner muchas comillas a los colegas que ejercen la profesión. No me extrañaría que tenga su trasero remachado con tenure en alguna universidad.

La primera, la tercera y la cuarta no deberían tolerarse en un ámbito académico. La universidad es un campo político como cualquier otro, pero tiene reglas específicas que deberían prevenir esas tácticas retóricas. Y la segunda ha sido malentendida tan a menudo que por poco no la incluyo.

Ulrich dijo...

Muy buenos comentarios! La clasificación (provisioria, claro) de razones para hacer relevantes las condiciones propias de quien opina es excelente.

Fijate que aceptar esto le da al académico una herramienta para deslegitimar a sus contrincantes, cual es delimitar qué es academia y qué es ejercicio profesional. Una prerrogativa epistémica, algo indigerible si se lo plantea así.

Coki dijo...

A mí también me pareció muy buena la lista.
Quisiera detenerme en el segundo punto, que creo que todos coincidiremos que es el único que puede tener alguna relevancia.

La objetividad no existe y considero que es aun menor en ciencias sociales, especialmente por el tema de la multiplicidad de variables y su ponderación, lo cual entiendo que se distingue de ciencias exactas.
Si quiero explicar si las cosas caen a 9,8 m/s2, o funciona o no funciona. Y creo que el método científico tiene herramientas claras para considerar una hipótesis como demostrada o no.

Si, por el contrario, quisiera explicar las razones por la que se desató la 2° Guerra Mundial, posiblemente jamás se llegue a un acuerdo. También hay que tener en cuenta que existen variables ocultas (Hitler no va a contarnos que invadió Polonia por una sed de poder, porque quería robar dinero, para recuperar económicamente a Alemania o, hasta según leí, por un edipo mal resuelto).

No quiero extenderme demasiado y ser reiterativo. Mi postura actual es que no hay que aclarar nuestra ideología a cada paso, pero ciertos aspectos pueden ser relevantes para dejar en claro la subjetividad previa de la que partimos para abordar temas subjetivos y, en general, con respuestas múltiples.

Esteban S dijo...

En la medida en que seguimos presos de la dicotomía sujeto-objeto, la pregunta por la objetividad se contesta más cómodamente en términos epistemológicos (las condiciones de conocimiento cierto de las cosas) que en términos ontológicos (el ser en tanto ser).
Más allá de las posturas filosóficas que uno pueda tener, me parece que es útil pensar a la objetividad como el trabajo de acuerdo a ciertos criterios compartidos de validación del conocimiento. Esquematizando (bastante) las cosas, tendríamos que las ciencias fácticas emplean el método hipotético-deductivo, las ciencias formales la demostración, y la historiografía la referencia a distintos tipos de registros.
Hay tentativas de superación filosófica, pero mientras tanto estoy dispuesto a pensar en términos de distintos grados de objetividad; en las humanidades tanto como en las ciencias sociales, las naturales y las formales.
La reflexividad epistémica es para algunos una manera de asegurar una mayor objetividad. Puede ser cierto. Pero difiere mucho en casi todo sentido de la chicana y de la enunciación de principios.