"¡Quién sabe si todas estas cosas no son disparatadas! Pero mire usted, doctor: las cosas importantes dependen regularmente del hecho de tomarlas en serio." Robert Musil, El hombre sin atributos

jueves, junio 26, 2008

Swingin' Kennedy

Anthony Kennedy se acaba de consagrar como el hombre más influyente de los Estados Unidos, al menos por estas semanas. Ayer se difundió una sentencia de la Corte Suprema donde por la más ajustada mayoría se consideró inconstitucional que se imponga la pena de muerte a cualqueir delito que no haya implicado la muerte de la víctima. En el caso, Kennedy v. Louisiana, se cuestionaba una ley de Louisiana que preveía la pena de muerte para quien cometiera una violación contra un menor de 12 años (noticia y fallo). La regla en este caso fue trazada de manera muy clara, y supone un límite a la irrazonabilidad de la pena de muerte. En el Revés somos gradualistas por resignación, y nos ponemos contentos que la barbarie de ejecutar gente haya sido restringida un poco más. Pero como tenemos poquito tiempo y el derecho penal no nos interesa tanto como cuando estudiábamos, no nos sentimos proclives a leer la sentencia.

El otro es más interesante porque trata cuestiones de interpretación constitucional, pero el resultado no nos hace más felices. Acá Kennedy se fue con los cuatro right-wingers, y en el caso más importante y esperado que tenía la SCOTUS en su docket de esta temporada (DC v. Heller, noticia y fallo), derribaron la constitucionalidad de una ley del Distrito de Columbia que restringía la tenencia y portación de armas.

Este caso, tratado antes por la Cámara Federal del DC, siempre nos llamó la atención por dos cosas: una es el doble estandar que tienen los americanos sobre el tema seguridad. Cómo por un lado tanta paranoia respecto al terrorismo los lleva a decisiones ridículas, y por el otro se enfervorizan para permitir la proliferación de armas en la capital. Otra cosa son los descabellados argumentos que justifican esta interpretación de la segunda enmienda. Uno gira alrededor del papel de las milicias -para defenderse del Rey de Inglaterra o de un gobierno federal que aplaste a sus ciudadanos con un ejército politizado-. El otro es lo absurdo que suena hablar de las armas del siglo XVII -un fusil o una pistola a chispa, una espada- con las armas de asalto que muchos quieren guardar en su casa. ¿Un AK47 no puede matar más gente que un cañón de entonces? Y no parece realista suponer que cada founding father guardara un cañón en el cobertizo...

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